lunes, julio 07, 2008

Los Pelos Como Escarpias

El otro día, precisamente en mitad de la conversación sobre cine, me pasó una de estas cosas por las que decimos: "el mundo es un pañuelo". Mientras esperaba con una compañera de la Facultad y su hermana, a la sazón mi Padawan de fotografía (ella misma se llamo así), en la Plaza de Colón para cenar me encontré de casualidad con Laia Falcón. En 5º de carrera Laia fue nuestra profesora de prácticas. La profesora que se encargaba de llevarnos el día a día del cortometraje y quien nos apoyaba y modificaba aquello que veía mal.

Yo llevaba un rato mirándola intentando ver si efectivamente era ella. Al final vi que sí y la mandíbula me quedó por el suelo de la sorpresa, algo que corroboró ella hasta que no se fijo más en la cara de loco que debía tener y me reconoció. Estuvimos arreglando el mundo durante 20 minutos, como quien dice, y casi dejé de lado a las pobres hermanas -de hecho se nos pasó la hora de la reserva-. Le pregunté sobre qué tal su carrera musical, porque es soprano, y me dijo que iba bien, a lo que salía y, orgullosa, me dijo que cantaba el día 4 y 6 en el Caixa Forum y en el Ateneo. Me dijo que si quería fuésemos a verla todos los compañeros del grupo de 5º.

Pues bien, ayer fuimos y que impresionante. Nunca había asistido a un recital de canto, pero realmente es una cosa que crea afición. Impresionaba ver a Laia enfrentarse sola al público, únicamente acompañada de un piano, y como su increíble chorro de voz llenaba toda la sala. Me preguntó un amigo después si cantaba bien. Como analfabestia que soy, no tengo datos para decir si su calidad de canto es buena o mala, pero lo que sí puedo decir es que te ponía los pelos como escarpias. Eras tú y ella, entre las 50-60 personas que ocupábamos el Ateneo. Podías ver la tensión con la que cantaba ella al ver como gesticulaba con las manos, primero dejándolas moverse, luego cerrando los dedos por las falanges y lo que más me sorprendió que cuando subía la voz a su tono más agudo la falda del vestido temblaba. Como si las ondas sonoras de su voz se transmitieran por todo el vestido para llegar al suelo y rebotar a los asistentes. Increíble.

Otra cosa a destacar es que entre pieza y pieza había un espacio en blanco. Cuando arrancaba los aplausos, después de terminar una canción, Laia tenía un pequeño trance en que se salía del personaje que acababa de interpretar. Miraba al público sonriente y complacida y cuando los aplausos se acallaban, cerraba los ojos y nuevamente un trance para meterse en el siguiente personaje: Laia no cantaba por cantar. Hace la canción suya, hace suyo el personaje que la canta y transmite con esa interpretación todo lo que no podemos entender de las letras en alemán y francés.

Por último, hablar de la importancia de la puesta en escena. A pesar de enfrentarse ella sola al público en determinadas canciones hacía uso o bien de un teléfono, en una original canción en que el piano hacía de interlocutor, o bien usando su cuerpo como una muñeca que se queda sin cuerda. En otras, bastaba ver únicamente su cara, el personaje que había tomado posesión de Laia, para que sobrasen toda puesta en escena.

¡Bravo profesional! Gritó alguien desde el fondo. Laia, aparte de ser buena profesora -justo después del concierto, con la gente con quien fui, hablamos de la importancia del apoyo que nos dio-, y de ser reciente Doctora por la Sorbona, es también una tremenda cantante que te hace sentir toda su fuerza. Además, por si fuera poco, es una loca magnífica como ya hay pocas. ¡Bravo profesional!

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